Los vendedores de humo

Desde el principio de los tiempos intentaron asesorar a reyes y faraones. Ahora usan trajes y se peinan igual, compran la ropa en el mismo almacén, llevan teléfonos de alta gama… No es una novedad, el mundo siempre ha estado lleno de farsantes.

Cerca de mi casa hay un par de sitios a los que no haré publicidad en estas líneas. El primero parecía una nueva iglesia cristiana pero resultó ser una “red de negocios”, comenzaron con una mesita y un local pequeño y luego se tomaron toda la casa; ahora decenas de motocicletas invaden el andén. Afuera un tipo de traje y una mujer elegante pescan peatones para ofrecerles un “nuevo modelo de negocio”. No es muy difícil encontrar incautos, Colombia es uno de los países más inequitativos del mundo y la economía apenas comenzó a rodarse por las escaleras.

El segundo sitio era una puerta solitaria y cerrada en la que la gente hacía fila desde temprano, adultos entre los 20 y 50 años, principalmente. Daba la impresión de un dispensario médico o alguna oficina pública, pero el nombre en la puerta sugería más una productora o un negocio de webcams. Curiosidad y morbo, motores importantes de cualquier investigación… Se trata de una empresa que asesora a “emprendedores”, porque gracias al nuevo seudogobierno, ahora cada colombiano tiene la oportunidad y está llamado a convertirse en un “empresario exitoso”, sin importar si carece de aptitudes básicas para los negocios como conocimientos de economía, mercadeo o aritmética elemental.

A finales del siglo pasado la humanidad comenzó una transformación que bien parece un disparo en el pie. Después de unos 200 años de insistir en la razón y en la ciencia, en el método científico, la argumentación y los hechos demostrables, hemos retrocedido a la seudociencia, el chisme, la fe ciega, las apariencias, los deseos y los sueños como verdades absolutas y supuestos motores de desarrollo. Vivimos en los tiempos de terraplanistas, anti-vacunas, modelos de negocio piramidales y vendedores de humo. “No me cures, véndeme la ilusión de la cura”, “lo importante no es ser sino parecer”, “póngale fe y verá que el banco no le embarga su casa”.

No obstante, la gente sigue muriendo de cáncer, el tipo que parece un piloto de avión no puede hacer despegar un Boeing 777 y el banco definitivamente se va a quedar con tu casa… el banco se va a quedar con el TV que compraste a cuotas para ver el mundial, la elíptica que transformaste en perchero, se va a quedar con tu gato si no pagas la plata que debes.

Se juega con la emoción de las personas. A todos nos mueve el deseo, soñamos con que todo va a salir bien, así nos lo enseñaron en la iglesia, el cine y la TV. Algo va a pasar, alguien nos va a salvar. Los vendedores de humo saben que estás esperando tu “golpe de suerte”, que quieres volver a la casa y ser el héroe que salvó a la familia de las garras de los usureros del modelo capitalista. Los vendedores de humo conocen tu ambición, saben que estás convencido de que puedes ser el próximo Mark Zuckerberg, y que quieres serlo sin aprender de programación o sentarte a crear Facebook. Los vendedores de humo están seguros de tu completa ignorancia sobre cómo funciona la economía actual y que para cuando te enteres, cuando la realidad te golpee en la cara y quieras pedir tu dinero y el de tu familia de vuelta, ellos habrán desmontado sus oficinas y estarán en la siguiente aldea.

“¿Quiere ser rico? Pregúnteme cómo”. “Buenos días, ¿le interesa la libertad financiera?”. “¿Está cansado de trabajar para otros? ¿Quiere ser su propio jefe?”. “Yo le vendo a usted un paquete educativo, usted consigue a dos personas que compren paquetes educativos, cuando cada uno de ellos consiga a dos personas ahí usted empieza a ganar, si esas cuatro personas…”. La pirita es un mineral muy parecido al oro pero que no vale nada y como puede confundir a tantas personas se le llama “oro de tontos”. Vivimos en los tiempos de la pirita, el tiempo de los vendedores de humo. 

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