Los Perros

Está comprobado, las personas son auténticas cuando pasean a su perro por las mañanas.

Los perros tienen esa capacidad de sacar lo mejor de un ser humano, siempre y cuando estemos hablando de gente con alma. Los perros sacan lo mejor de un ser humano, en pantuflas, piyama y sin maquillaje o rastros del uso de una peinilla.

Los golden retriever eran dos, y ambos se llamaban Max. El primer Max vivía en mi torre y era un vecino excelente. El segundo Max vivía en la torre 7, era de rasgos más aristocráticos y lo paseaba una rubia con buen futuro en el modelaje. Un día saludé al segundo Max por error o por hacerme el amistoso, era un perro con pedigrí, me vio de reojo y volteó la cabeza para ignorarme. Su dueña no fue más amigable tampoco. Desde ese desafortunado encuentro traté de evitarlos a los dos. Lo logré para satisfacción de los tres…

En el conjunto residencial vivían por lo menos doce perros. Había una perra weimar de ojos avellana que paseaba siempre una chica delgada, de pelo largo hasta la cintura y ojos azules. La weimar era reservada, la chica también.

Durante un año vi crecer una bóxer blanca con una mancha negra alrededor del ojo derecho. La paseaban tres personas distintas: una vecina gorda, su hija también gorda y su novio, que debía pasear a la perra como parte de su acuerdo prenupcial con la hija de mi vecina. La relación entre ellos dos era cordial, diplomática (la relación entre el novio y la bóxer, valga la aclaración).

Todas las mañanas y todas las noches, podían verse a humanos y perros tratando de convivir, incluso la chica de los audífonos paseaba un poodle manchado que parecía reclamar la eutanasia en cada uno de sus pasos, uno de esos perros que te prohíben consentir porque si se emocionan inmediatamente hacen aguas.

La bóxer se mudó primero que yo. El conjunto se llenó de Pugs, esos perros que todo el tiempo hacen ruidos como de cerditos y tienen el hocico chato y arrugado. A dios gracias, nunca hubo de esas ratas que la gente se empeña en llamar perros: pinchers o chihuahuas, y solo había un poodle más e igual de moribundo al de la chica de los audífonos.

Recién me pasé a vivir al conjunto, encontré un charco de orines gigante en el ascensor de la torre. Llamé a quejarme con el portero quien dijo que no podía hacer nada porque como era domingo el personal de aseo no trabajaba. Intenté hacer razonar al portero pero me pareció una perdedera de tiempo. Creo que el culpable de la orinada fue ese poodle moribundo, aunque no estoy seguro. Al día siguiente alguien escribió con marcador en la pared del ascensor: “El ascensor no es un baño para que su perro cague o mee. Por favor no lo utilice como tal. Inconsciente!!!”. Todo estaba escrito en mayúsculas, eso no me gustó tanto, pero estuve completamente de acuerdo con el mensaje. Nunca se supo quién lo escribió, pero la Administradora puso una circular condenando ambos hechos. Me hubiera gustado conocer a la persona que escribió el letrero, pudimos ser buenos amigos.

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